Dieciocho meses
después de la aparición de mi libro anterior, Patria, publicaré a principios de marzo un nuevo título. Le he puesto Autorretrato sin mí. Lo uno porque, efectivamente, en dicho libro
trazo un dibujo del ser humano que soy, que me ha tocado ser, que estoy
condenado a ser; lo otro, porque yo no estoy en dicho dibujo en forma
autobiográfica ni apenas anecdótica. Creo superfluo embutir el libro en un
género; pero si alguno desea entretenerse con dicho juego, por mí adelante. Algún
amigo, entre los pocos que a estas horas conocen la obra, sugiere que el Autorretrato consiste en una reunión de
poemas en prosa. Quizá por ahí vayan los tiros literarios, aunque no seré yo quien cometa
la impertinencia de certificar que me ha sido dado consumar la poesía.
Nunca hasta la
fecha había yo revelado tanto de mí en un libro. Al decir de mí no me refiero a
mi peripecia vital, ni siquiera a mis señas de identidad, si es que las tengo,
sino a la manera como repercute el mundo en esa dimensión interna de la persona
que estos llaman alma, aquellos conciencia; en fin, en el núcleo íntimo gracias
al cual somos humanos. Goethe me dio la solución al afirmar que a través de sus
manos y de su pluma se expresaba el “colectivo singular”. Quizá, como él (pero
sin el talento de él), yo también he tratado de formarme una explicación
poética del mundo.
Las sesenta y
una piezas breves de que se compone el Autorretrato
sin mí abordan asuntos de los que ningún ser humano está exento, sea quien
sea, habite donde habite. Ningún vivo desconoce la noche, la soledad, la pena, la
risa, la paternidad o la maternidad, la cama, la niñez, el mar, etc. El
escritor no ha interpuesto esta vez figuras de ficción. Eslabona, sí, algunas
evocaciones; pero sin la densidad narrativa de un libro destinado a relatar la
vida de quien lo redactó. He estado en el mundo: he visto, he olido, he tocado,
he oído, he degustado, y también reflexioné y reí y me apené, fui joven y ya no lo soy. De eso
van las páginas del Autorretrato sin mí.
Eso, transformado en palabras, es lo que intento compartir con quienquiera que
se anime a leerlo. No hay línea argumental. El libro puede leerse al azar sin menoscabo de su posible significación.